Prólogo a Crónicas de Trapo de Alfredo Grande
Por Alberto MORLACHETTI
Suelo decir, en reuniones de amigos y compañeros, que los textos que más me gustan son aquellos que tienen detrás una “biografía”, o sea los textos en donde una experiencia vital, humana, histórica -política, en el mejor sentido- amplía el significado de cada palabra y cada concepto, y les da la densidad que los meros caracteres sobre una página en blanco no tienen.
Cuando leí los primeros “aforismos implicados” que muy generosamente Alfredo Grande nos acercó para publicar en los boletines de nuestra Agencia, hace un par de años, ratifiqué aquella preferencia mía sobre los textos con biografía. Sin embargo, en esa prosa de Alfredo, semejante al fluir de la conciencia, había algo más que una biografía. Había voluntad, una voluntad exasperada, por decir y por hacer entender lo que se dice. Nada es casual, nada es gratuito, es el mensaje de esos textos. Pero además: en esto nos va la vida (y ésa es la parte no dicha, imprescindible, de su mensaje).
Alfredo le pone aire de combate a sus palabras cuando embiste contra la "derecha, ese delirio eterno" para sostener que "el odio no impide que podamos sostener al amor". Cierta reminiscencia de Passolini cuando acusaba a los demócratas de sangre tibia de que se habían acostumbrado a "exaltar sin amor, a denigrar sin odio".
Sus textos no son un amague de la belleza. Belleza entera: "El más primitivo Yo, que Freud denomina Yo de Realidad Inicial, odia aquello que amenaza la autoconservación. En una implacable lógica binaria, lo que ataca la vida es odiado, lo que defiende la vida es amado. Cuando la institución de la maternidad puede organizarse como cuidados al bebé, hay un amor que apaga con leche el fuego del hambre. El odio primitivo, el terror sin nombre, la dimensión traumática del nacimiento, el llanto desesperado con el cual el bebé recibe la nueva materialidad de haber sido parido, es aplacado una y otra vez hasta que la producción de la sonrisa da cuenta del primer encuentro amoroso".
Su escritura notable es un arma contra la formación económico-social que produce cada amanecer tributos de sangre a la acumulación capitalista . Y reitera oradando la piedra: "ante la sordera, ceguera y autismo de muchos, prefiero la sangre caliente del poeta, del revolucionario, del intelectual implicado, aunque a veces esa sangre, de tanta tristeza, bronca, e indignación, hierva".
Por Alberto MORLACHETTI
Suelo decir, en reuniones de amigos y compañeros, que los textos que más me gustan son aquellos que tienen detrás una “biografía”, o sea los textos en donde una experiencia vital, humana, histórica -política, en el mejor sentido- amplía el significado de cada palabra y cada concepto, y les da la densidad que los meros caracteres sobre una página en blanco no tienen.
Cuando leí los primeros “aforismos implicados” que muy generosamente Alfredo Grande nos acercó para publicar en los boletines de nuestra Agencia, hace un par de años, ratifiqué aquella preferencia mía sobre los textos con biografía. Sin embargo, en esa prosa de Alfredo, semejante al fluir de la conciencia, había algo más que una biografía. Había voluntad, una voluntad exasperada, por decir y por hacer entender lo que se dice. Nada es casual, nada es gratuito, es el mensaje de esos textos. Pero además: en esto nos va la vida (y ésa es la parte no dicha, imprescindible, de su mensaje).
Alfredo le pone aire de combate a sus palabras cuando embiste contra la "derecha, ese delirio eterno" para sostener que "el odio no impide que podamos sostener al amor". Cierta reminiscencia de Passolini cuando acusaba a los demócratas de sangre tibia de que se habían acostumbrado a "exaltar sin amor, a denigrar sin odio".
Sus textos no son un amague de la belleza. Belleza entera: "El más primitivo Yo, que Freud denomina Yo de Realidad Inicial, odia aquello que amenaza la autoconservación. En una implacable lógica binaria, lo que ataca la vida es odiado, lo que defiende la vida es amado. Cuando la institución de la maternidad puede organizarse como cuidados al bebé, hay un amor que apaga con leche el fuego del hambre. El odio primitivo, el terror sin nombre, la dimensión traumática del nacimiento, el llanto desesperado con el cual el bebé recibe la nueva materialidad de haber sido parido, es aplacado una y otra vez hasta que la producción de la sonrisa da cuenta del primer encuentro amoroso".
Su escritura notable es un arma contra la formación económico-social que produce cada amanecer tributos de sangre a la acumulación capitalista . Y reitera oradando la piedra: "ante la sordera, ceguera y autismo de muchos, prefiero la sangre caliente del poeta, del revolucionario, del intelectual implicado, aunque a veces esa sangre, de tanta tristeza, bronca, e indignación, hierva".
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